CUANDO EL MORRO ERA DE MADERA
Cualquier cubano, especialmente los residentes en la capital, al referirse a algo muy antiguo, viejo, añejo, suele decir: “eso es de cuando el Morro era de madera”. Pues estimado lector, al contrario de otros dichos, quien así se exprese tiene toda la razón, pues en fecha tan lejana como el 15 de abril de 1553, el Cabildo Habanero, ante la creciente amenaza de corsarios y piratas, previendo la necesidad, ubicó vigías en el prominente peñasco que domina la entrada al canal de la bahía.
Dicha atalaya, además, cumplía someramente las funciones de estación de señales a la navegación. Pronto su utilidad sería sometida a una severa prueba. En las primeras luces del 10 de julio de 1555, las naves bajo el mando del ya por entonces famoso corsario francés Jacques de Sores fueron avistadas desde la atalaya de El Morro, donde un alerta vigía hizo la señal convenida para esos casos, seguida de un disparo de cañón que no por esperado dejó de alarmar desagradablemente a los lugareños. Entretanto se aprestaban los defensores de la villa a repeler el ataque, los asaltantes al mando de Sores desembarcaron por la zona de la caleta de San Vicente, donde posteriormente se emplazaría y aún permanece, el torreón de San Lázaro. Su avance era seguido, aunque no impedido, por vecinos a caballo, que informaban a las autoridades del progreso de los invasores, hasta que estos llegaron y sitiaron la débilmente armada fortaleza de La Fuerza Vieja.
El nuevo Gobernador, Don Diego de Mazariegos, ordenó la construcción de una edificación más duradera, la cual fue concluida en 1561, desde la que se hacían señales por banderas y lumínicas hacia los buques en demanda del puerto y el interior de la bahía, y, continuaba con sus tareas de vigilancia de los accesos a la Rada Habanera y aviso temprano de la presencia de naves hostiles.
La obra consistió en una torre de calicanto de “seis estadios y medio de alto y muy blanca obra”, por la que el Rey felicita a Mazariegos, por ser “cosa muy necesaria e importante”, ya que dicha almenara permitía descubrir a los corsarios y ayudaba a encontrar la boca del puerto a los barcos.

A fin de financiar la construcción y mantenimiento del emplazamiento, se impuso una tarifa por derechos de anclaje de los buques. Su ubicación sobre la elevación ya conocida como El Morro y sus mástiles de señales, empleaban un código de señales que permitía una amplia combinación de banderas y gallardetes, faciltando la comunicación con el Castillo de La Real Fuerza, construido entre 1558 y 1577, que sustituyó en el renovado sistema de defensa de La Habana a la destruida Fuerza Vieja. Adicionalmente, la mencionada torre era parte del sistema de vigías de la costa occidental de la Isla.
En la actualidad, aunque no existe la necesidad de estar atento a navíos enemigos, en el Castillo de los Tres Reyes del Morro, pocos metros detrás de su emblemático faro, puede apreciarse una construcción de mampostería techada de tejas rojas, que aún hoy, 463 años después, sigue cumpliendo las funciones de vigía y enlace entre los buques que arriban y zarpan de la Rada Habanera y atiende el control del tráfico en los accesos a la misma; es la estación semafórica más antigua aún en actividad del mundo, la cual, dotada de modernos medios de comunicaciones, cumple funciones de seguridad a la navegación, aviso a los buques y enlace entre las autoridades portuarias y estos. Hasta inicios de la década del 2000, incluso disponía de un mástil de señales marinas que, mediante izadas de banderas y combinaciones de luces, cumplía las mismas funciones heredadas de aquellos arbolados allí de antaño. Desde él se saludaba a los buques que arribaban o abandonaban la bahía.
Sí, amigo lector; efectivamente, El Morro fue de madera.